sábado, 19 de noviembre de 2011

Paul Auster: De Nueva York, con amor.


“Vivirás. Construirás tu casa
 aquí: olvidarás
 tu nombre. La tierra
 es el único exilio”

(Paul Auster, poema ‘Exhumación’, en Pista de despegue)

Paul Auster, (Nueva Jersey, 1947) es uno de los mayores exponentes literarios contemporáneos. Poseedor de un estilo inconfundible, logra relatar pequeños o grandes acontecimientos, -ya sean de su propia invención o experiencias vividas- con la fluidez de lo cotidiano, de lo usual, y, a al vez, logra darles el toque de singularidad que los hace diferentes y los caracteriza.
            Auster es autor de decenas de novelas, cuentos, poesías, guiones y ensayos. Ha ganado muchos premios dentro y fuera de su país, entre ellos el Príncipe de Asturias de Las Letras en 2006.
Auster es un perseguidor de la casualidad como verdadera máscara de lo trivial. Para ser alguien que dice descreer del azar, dedica gran parte de las temáticas de sus obras a los detalles y los acontecimientos que, en apariencia simples y nimios, logran llevar a los personajes por desencadenantes a veces impensados: vorágines de eventos que se acumulan para estallar en situaciones peculiares.
Esta forma de narrar es intrínseca a sus novelas y cuentos, y se refleja en algunos de los títulos que se vuelven impostergables si se quiere conocer a este escritor: como La Trilogía De Nueva York, La Música del Azar, El Cuaderno Rojo, –libro dedicado a lo que puede suceder cuando algunas circunstancias, en apariencia casuales, se entrecruzan- Leviatán, inclusive uno de sus últimos libros: Sunset Park.
Su particular estilo en apariencia sencillo, oficia de cimiento perfecto a una construcción narrativa de gran despliegue lingüístico y una capacidad descriptiva colosal. Sus relatos suelen ser historias dentro de otras historias (Mr. Vértigo, El Palacio de la Luna), a veces libros completos dentro de otros libros (El libro de las ilusiones), donde la muerte, el desapego a la vida y la búsqueda de la identidad, son pilares fundamentales de sus textos.
            Auster utiliza sus experiencias personales como argumento de muchas obras, como en Experimentos con la verdad y posee una autobiografía descarnada donde expone su juventud: A salto de mata. Sus estudios, sus carencias en la juventud, la guerra de Vietnam, los años ’60 en sí, su estadía en París, son elementos recurrentes y muy utilizados de diversas formas. A veces podemos encontrar anécdotas que sabemos biográficas como ejes narrativos en sus textos, como en Invisible, publicado en 2009.
            Las tramas de sus obras suelen centrarse en la ciudad de Nueva York y más precisamente en el barrio de Brooklyn, donde transcurren muchas de sus historias (Brooklyn FolliesLa Trilogía de Nueva York, La Noche del Oráculo).  Allí Auster dibuja el escenario más propicio para el devenir de sus personajes, así como sucede con la recurrente Francia, que siempre está presentada, -así como Nueva York-,  con la ambivalencia de la dicha y el fracaso, de la felicidad y la ausencia, de la alegría y la soledad, como si una posibilidad no pudiera existir sin la otra, hermanadas de principio a fin en la escritura.
            Auster gusta de los juegos de espejos, de ser y no ser, de estar allí, pero en realidad estar aquí. Aprecia mezclar su vida con su obra, para producir un compendio de situaciones que a veces lo colocan de protagonista con nombre propio, y otras de personaje ficticio que vive las propias experiencias del escritor.
            Prolífico, inagotable, poeta incansable. Paul Auster es, sin margen de dudas, uno de los grandes escritores de nuestro tiempo.

‘Betibú’, de Claudia Piñeiro: Como contar bien una historia



No es noticia decir que Claudia Piñeiro se ha convertido, a fuerza de imponer un estilo de escritura y una determinada manera de contar historias, en una de las más grandes escritora argentina de este tiempo. Siguiendo su carrera con atención, es innegable que ha introducido en nuestra literatura alguna de las mejores novelas de los últimos años, como Las viudas de Los Jueves, -llevada al cine por Marcelo Piñeyro en 2009-, ó Tuya ó Las grietas de Jara ó Elena sabe, entre otras. Ahora, reconocida mundialmente por su obra, ha presentado este año su último texto, al menos de momento: Betibú.
Esta novela no sólo está escrita de manera exquisita, con una narración sostenida que no decae en ningún momento, sino que además posee un ritmo parejo y cuenta con momentos en la trama que logran un climax particular, llevando al lector al lugar exacto dónde debe estar, en el momento oportuno, para que experimente sorpresa, intriga y hasta revelación cuando la narración así lo requiere.
Una escritora reconocida del género policial, Nurit Iscar, apodada “Betibú”, se encuentra marginada de la escritura por propia voluntad, ya que luego de un romance fallido y de una incursión en otro género literario, la crítica la ha despedazado y ella no logra asimilar esos impactos: por un lado el amor fracasado con el Jefe de redacción de El Tribuno –diario dónde salió la peor versión de las críticas que recibió-, y por otro, precisamente esas opiniones sobre la novela que escribió, lejos de sus tradicionales policiales, inspirada por esos sentimientos pasionales.
Recluida en su departamento, le llega la proposición de su ex amante para volver a escribir, esta vez, para realizar la crónica de un episodio policial dentro de un Country. Allí, Piñeiro nos devuelve a un escenario conocido y utilizado en otras novelas: esta vez es el Cauntry “La Maravillosa”, donde Iscar debe mudarse para enviar oportunamente sus pareceres del lugar, la gente que ahí vive y algunos datos de lo que ocurrió allí: otro homicidio, porque resulta que éste no es el primero.
Luego de esto, comenzarán a tallar en la historia otros personajes, como Jaime Brena, encargado hasta poco tiempo antes de la sección policiales de El Tribuno y ahora relegado a la redacción de notas insípidas que lo deprimen, y el actual ‘pibe de policiales’, del que nunca sabremos su nombre. Allí se entrecruzan cuestiones generacionales, dónde la vieja escuela periodística de la investigación de campo choca por momentos con la nueva forma de averiguación que ostenta este ‘pibe’, que utiliza la Blackberry (Que, curiosamente, significa en español ‘mora negra’, porque así se le llamaba a la bola de hierro negra e irregular que se le colocaba a los esclavos norteamericanos. Tenían una cadena y un grillete al pie, para que no pudieran escapar corriendo de los campos de algodón) como una extensión de su propio brazo para buscar datos, ya que sin Google, está perdido.
Resulta que con Betibú instalada en “La Maravillosa”, los asesinatos se siguen sucediendo y es ella quien empieza a atar los primeros cabos y se arriesga en la búsqueda de la verdad, junto a los dos periodistas de El Tribuno.
El hilo narrativo nunca se interrumpe,  la historia va in crescendo a pasos acelerados, porque los protagonistas piensan rápido y actúan en consecuencia. Toda la información se va acopiando para que Betibú vaya tejiendo en la acumulación de los sucesos un móvil, y pueda ir dándole a estas instancias otro sentido, diferente al de la historia oficial.
La búsqueda de la verdad subyace como nexo de la historia, cada uno con su estilo, con el periodismo como herramienta. Es llamativo como esta novela llega en un momento álgido entre el periodismo argentino y la clase política gobernante, dónde hay una gran disputa por el poder real, el manejo de la información y la perspectiva desde dónde se la expone. Esto puede encontrar parangón en la trama, dónde el poder ejercido desde la redacción de un diario o desde un alto puesto económico, puede cambiar las realidades e influir en la vida (o muerte) de las personas.
Todo esto es Betibú, y mucho más. Todo esto trae Claudia Piñeiro en sus páginas y mucho más. Sólo resta sumergirse en la buna literatura, esa que se está haciendo en casa, y dejarnos mecer sin reparos por las olas que puede provocar un libro con una historia sólida y bien contada.