jueves, 29 de noviembre de 2012

Barajas: La vida en avión


Nada te importa en la ciudad
si nadie espera”

Pétalo de sal (Fito Páez)


             Ir del punto A al punto B, puede sonar simple, lineal, pero no es nada de eso, mucho menos si hay que cruzar el Atlántico para lograrlo. Ir desde Ezeiza a Barajas podría reducirse a un viaje con escala en Brasil, pero, en realidad, para Carolina Blanco, son muchos viajes en uno. Para esta joven azafata argentina, luego de poner el primer pie en el remis que la llevará al aeropuerto, comenzará más que otra jornada de trabajo, comenzará un desafío, un cambio de vida, o la posibilidad de perderla.
            Esta novela de Alejandra Zina, escrita con fluidez, entretenida de principio a fin, se divide en capítulos que nos van guiando al pasado, donde aprendemos a conocer a su personaje principal, Carolina. Allí también conocemos a su familia, con una madre hipocondríaca y avasallante, a sus amigas, -incluso a alguien que podríamos llamar su enemiga-, a sus compañeros de trabajo, a su ex marido, a otras parejas que han pasado por su vida dejando una huella, pero siempre se han alejado de su lado, dejándole un vacío que llena con trabajo.
            También aprendemos a conocer sus gustos, necesidades y sueños, como el de ser azafata del actor-piloto John Travolta. Podemos saber todo esto porque el texto es ágil pero sólido y la descripción que hace Zina mediante la narración en primera persona es consistente con ese ritmo. Los demás personajes que vamos conociendo a los largo de este viaje desde Buenos Aires a Madrid, tanto sus compañeros en el avión y demás pasajeros, como aquellos que por medio de sus recuerdos nos llegan desde su pasado, entran y salen de la narración con un timming justo y propicio.
            Zina logra un clima cómodo para el lector, donde el humor juega un papel fundamental, así como los diálogos, que están logrados al punto que no le quitan intensidad a la trama, sino que la acentúan. El nudo del relato llega casi espontáneamente, no hay fisuras en el devenir del texto que plantea los acontecimientos como imágenes que resulta fácil seguir.
            Entonces, estamos sumergidos de buenas a primeras en un vuelo transatlántico que empieza a tener inconvenientes diversos, y a medida que avanza hacia el viejo continente, los problemas se convierten en tragedias potenciales, por qué no desastres. Siempre predispuesta al humor, Alejandra Zina nos transmite que Barajas no es sólo un aeropuerto en la vida de esta mujer, sino que es eso, justamente, un juego de naipes que por necesidad  debe barajarse para poder dar de nuevo. Buscar otros horizontes, aunque parezca que el presente nos retiene en la rutina que agobia y que nosotros sostenemos a diario con nuestras acciones en la comodidad de lo conocido. Siempre hay otro puerto al que llegar, si se quiere. Con una pizca de suerte. 

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